miércoles, 20 de mayo de 2009

El éxito radica en la conexión entre nosotros


En el pasado, nuestro creciente egoísmo fue el motor que nos impulsó a grandes realizaciones y revoluciones. En ese entonces, nuestra vida mejoraba. Pero en los últimos cincuenta años, nos hemos estado sintiendo cada vez peor. Percibimos que existe una crisis que afecta virtualmente todas las áreas de nuestra vida, provocando conflictos y divorcios en el interior de nuestras familias, arruinando nuestras relaciones con nuestros hijos y provocando adicciones a las drogas y depresión.


Por consiguiente, el egoísmo ha cesado de satisfacernos. Por primera vez en la historia no deseamos progresar. Y esta crisis es universal. Está sucediendo también en la ciencia, en la educación y en la cultura. Está dentro de nosotros y nos arrebata la oportunidad de desarrollo.


El egoísmo ya no nos seduce hacia metas encumbradas de prosperidad. Por el contrario, nos muestra que no podremos nunca satisfacerlo, conduciéndonos a la desesperación. Lo que es más, el egoísmo demuestra que cada persona está conectada con todos los demás, que el éxito de cada persona depende del éxito de los demás, y que el éxito ya no provendrá de utilizar a los otros para nuestro beneficio personal.


Hemos alcanzado una etapa de desarrollo que no tiene precedente en las generaciones anteriores. Nuestro ego ya no nos empuja hacia delante, sino todo lo contrario: nos detiene. Nos está diciendo, “A partir de este momento, me tienes que usar de manera distinta. Tendrás que saber como utilizarme para sentirte bien”. La respuesta es que tenemos que usar nuestro egoísmo para servir a los otros, en lugar de a nosotros mismos, porque cada uno de nosotros está conectado con todos los demás. Así es como podemos alcanzar la felicidad.


Este enfoque es tan opuesto a la forma en que estamos acostumbrados a utilizar el egoísmo que nos encontramos perdidos respecto a lo que tenemos que hacer. ¡No utilizar nuestro egoísmo significa no usar nuestra naturaleza! Pero, entonces todo se detiene y pasa a la función crisis. Y esto es lo que está sucediendo hoy en día: ya no podemos hacer nada. Por ejemplo, no podemos hacer negocios entre nosotros, porque en cada negociación tenemos que considerar la forma en que puede afectar a alguien más. Las pequeñas compañías trabajan por el momento, pero las grandes empresas ya no pueden continuar funcionando.


Al vivir dentro de este egoísmo universal, la gente de pronto empieza a sentir que no tiene razón de sentirse orgullosos de sus realizaciones al compararlos con lo que otros logran. Y eso significa que ya no existe una razón para utilizar a los demás. La sensación interior de nuestra conexión con todos, que la crisis actual nos ha revelado, está conduciendo a una situación en donde la gente dejará de sentir placer al utilizar a los demás. Esto es muy extraño, pero es lo que nos está sucediendo. A la larga, no sentiremos placer por el dinero, la fama o el poder. ¿Entonces, qué quedará? Comprenderemos entonces que el camino para alcanzar la felicidad y la prosperidad radica en la conexión entre nosotros.

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