jueves, 7 de mayo de 2009

La opinión pública debe cambiarse mediante una educación orientada a la bondad


El mundo de hoy se ha vuelto global; estamos todos ligados a los mismos intereses dentro de una aldea global. Supongamos que una persona desea comprar algún artículo y alguien quiere vendérselo. ¿Cómo deberá realizarse esta transacción en el mundo global? Normalmente, las personas regatean: el vendedor lo ofrece al pecio más alto, el comprador quiere adquirirlo al precio más bajo y al final, llegan a un acuerdo intermedio.

Mi comentario: En realidad, esto no es exacto. Cuando entro a un almacén y veo algo que quiero, no quiero comprarlo, quiero tomarlo, igual que un niño que llega y toma lo que quiere. Así es nuestra naturaleza.

¿Qué hicieron los propietarios de esos esquemas de pirámides financieras? Yo invierto dinero en un banco, y el banco me lo devuelve con intereses. Ese es el trato. Pero, los bancos rompieron el acuerdo intentando quedarse con todo mi dinero. Básicamente, eso es lo que le pasó a todos.

Hemos llegado a un punto en que nuestro deseo de recibir, nuestro egoísmo, tiene el control total de nosotros. Y no nos permite hacer negocios honestos. Todo mundo está dispuesto a robar, matar y hacer lo que sea necesario para “triunfar”. La razón de este comportamiento sin sentido es nuestra naturaleza egoísta. El egoísmo nos controla como un experto titiritero.

Es precisamente este egoísmo que nos ha obligado a construir nuestros sistemas financieros y esquemas piramidales. Y las personas siguen invirtiendo su dinero en otros bancos, sabiendo que también pueden sufrir un colapso. Pero, a los banqueros eso no les preocupa, pues cada uno de ellos quiere ganar otros 50 mil millones además de los dólares que ya tiene guardados pero que no puede gastar de cualquier forma.

Imaginen que tenemos una buena pierna de cordero sobre un asador. ¡Lo devoro con los ojos, quiero consumirlo entero! ¿Pero, qué ocurre? Después de comer un cuarto de kilo o hasta medio kilo máximo, no puedo comer nada más. Miro el sobrante y pienso, “¡No lo puedo tirar!” ¡Pero tampoco me animo a regalarlo a alguien más! Por consiguiente, aún cuando una persona invirtiera esos 50 mil millones de dólares en alguna empresa y de antemano se diera cuenta que esta inversión no tendrá valor, de cualquier forma intentará incrementar su capital más y más. ¡Sencillamente no se puede detener!

Eso es lo que ha hecho con nosotros nuestro egoísmo creciente. Una antigua parábola dice que el ángel de la muerte lleva su espada a un hombre que está agonizando de egoísmo y la punta de la espada tiene una gota de veneno. Pero, esta gota de veneno le proporcionará al hombre un placer momentáneo sin el cual no puede vivir. Así que este hombre abre la boca, bebe la gota y muere. De esta forma morimos desde el momento mismo de nuestro nacimiento. Sin embargo, justamente este egoísmo que se está revelando ahora, nos permitirá descubrir el dominio que ejerce en nosotros y que es indispensable escapar de sus garras. Ese será nuestro “éxodo de Egipto”.

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